Raphael: Manual de Astrologia (Notas preliminares)

 

 

 

NOTAS PRELIMINARES
PARA EL LECTOR SINCERO.



Volviendo nuevamente al interesante tema de la influencia planetaria, no puedo dejar de expresar mi más cálido y agradecido reconocimiento por el amable apoyo (y podría, sin vanidad, unirme a los aplausos) que mis escritos han recibido uniformemente por parte de casi todas las clases de lectores liberales e ilustrados.

Apenas ha rodado el Sol tres veces por el cielo abovedado, desde que el autor primero aventuró audazmente sus escritos en el océano de la opinión pública; pero asegurandolos en la nave de la verdad, han tenido la orgullosa satisfacción de detener la corriente y capear el vendaval, con calma y plácida serenidad: mientras cientos de sus contemporáneos más deslumbrantes y aventureros, que zarparon con ellos, atestado con el lienzo  completo de una crítica favorable, y se hinchó con la fiesta de viento de  efímeros aplausos, han sido engullidos por el leteo del público desprecio; o después de chocar contra las rocas de la sinceridad y la imparcialidad (pero para ellos fatal) investigacion, por fin, se han cansado con los peligros de su viaje desastroso, tal vez, llegó al refugio deseado de patrocinio particular - simplemente para ser consignado a "la tumba de todos los Capuleto", donde "sus nombres no son más recordados", y sus méritos son borrados para siempre del mundo de los estándares de la literatura. - Tampoco el éxito de los escritos del autor se ha limitado a Inglaterra, ni a los dominios británicos; pues "el Astrólogo" ha llegado a las ardientes llanuras de la fértil India; y aun ha desafiado las poderosas aguas del vasto Atlántico, llegando hasta las costas del nuevo mundo; - donde una falange de prejuicios, tan generalmente dispuesta contra todo lo meritorio fuera de "la pista de la costumbre", no ha logrado detener su extraordinaria carrera. - Por estos victoriosos esfuerzos en "la ciencia de las estrellas", el autor mismo no afirma nada loable. - Sólo la verdad, la verdad invencible, ha sido el talismán mágico, en cuya exibicion se han obtenido estas grandes ventajas.

En el presente volumen he evitado cuidadosamente registrar cualquier cosa que pudiera considerarse superflua y, al mismo tiempo, fuera de lugar. Esto lo percibirá enseguida el lector, en las Tablas Perpetuas de la Ascensión Recta del Sol; mediante las cuales se puede formular un "Tema del Cielo" u horóscopo, para cualquier momento, ya sea pasado, presente o futuro, con singular facilidad y sin ninguna referencia al globo celeste, al planisferio, ni siquiera a las efemérides. La tabla de "Dignidades Planetarias" evidenciará inmediatamente la superioridad de mi sistema sobre los sistemas de los antiguos autores siderales; en el que la brevedad y la consiguiente facilidad para familiarizarse con él sólo puede ser igualada por su certeza experimental. La naturaleza y propiedades de "los Orbes Planetarios", los "Signos Celestiales" y las "Casas del Cielo" son el resultado de una investigación muy diligente durante una serie de años sobre esta parte de los secretos de la naturaleza; sumado a lo cual, se enriquecen con muchos descubrimientos valiosos provenientes de manuscritos originales y costosos; pero al mismo tiempo están completamente despojados de las supersticiones y absurdos de la edad oscura. Esos absurdos que hasta ahora han sido el reproche de la Astrología, pero por los cuales los antiguos pueden ser bien excusados, sin cuestionar su franqueza; ya que bien podría suponerse que el vacío en el sistema, que proporciona el descubrimiento de Herschel, conduciría a la adopción de muchas reglas erróneas por parte de aquellas personas que encontraron que la ciencia misma resistía la prueba unida de la razón y la demostración.

Se da suficiente cantidad de Astronomía para hacer inteligible el sistema newtoniano del universo para los lectores en general, lo cual, al ser descrito de una manera tan popular como lo permita el tema, se supone que será una atracción adicional para la obra y puede hacer que sea más interesante. convertirse en una fuente de información científica, incluso para el investigador más casual; la claridad y la precisión han sido en este documento el principal objetivo del autor, en el que confía haber tenido suficiente éxito como para merecer atención.

En la última parte de la obra, donde el autor ha tratado de "la doctrina de los nacimientos", etc., sus reglas para determinar los detalles del destino individual son, según él, superiores a las que ha dado cualquier otro autor, pues se basan en una verdadera atención filosófica a la causa y el efecto, resultado de la observación real, y por lo tanto mucho más valiosas que si fueran meras afirmaciones de un escritor anterior. El autor también solicita especial atención a su importante descubrimiento relativo al método de conocer de antemano esos momentos particulares de la vida que probablemente resulten más afortunados o más notables que otros, mediante la teoría de los períodos celestes, un descubrimiento que, después de años de trabajo incansable y paciente, se siente orgulloso de presentar a la atención incluso del estudiante más erudito en la materia; ya que de este modo se pueden percibir muchas bellezas ocultas en esta sublime ciencia, que de otro modo habrían escapado a la observación, mientras que la peculiar simplicidad, pero a la vez elegancia, de la teoría y la demostración que ofrece compensarán ampliamente al estudiante por los pequeños esfuerzos que pueda tomar para adquirirla.

Además de lo anterior, cabe mencionar las sencillas reglas que el autor ha establecido para encontrar e igualar los diversos Arcos Celestes de Dirección en natividades, ya sean primarias o progresadas; el método para resolver Cuestiones Horarias; y la brevedad pero perspicuidad de la teoría que ha presentado para prever los destinos y revoluciones de reinos, tronos e imperios, que constituyen lo que se denomina Astrología de Estado. Esta teoría se deduce de la posición real de los cuerpos celestes en el instante de cualquier eclipse, cometa, ingreso solar u otro fenómeno celeste. Estos, junto con otros temas de importancia, harán que la parte principal del libro sea sumamente interesante y esté repleta de instrucción selecta sobre las diferentes ramas de la ciencia astral.
 
Pitágoras sostuvo que el mundo está accionado por un alma divina; y cuando examinamos esa milagrosa simpatía en la naturaleza, tan admirablemente manifestada entre los cuerpos celestes y la asombrosa masa de agua que rodea nuestra Tierra, que está incesantemente agitada por la influencia simpática, involuntariamente nos llevamos a pensar en la doctrina de este antiguo sabio.  Ningún hecho en filosofía es más indiscutible que el que nos asegura la influencia del Sol, la Luna, los planetas y las estrellas sobre la Tierra y sus habitantes. El cambio continuo y periódico del tiempo, los vientos constantes y variables a los que están sujetos los climas particulares, los fenómenos peculiares de las distintas estaciones y muchos otros efectos que, si fuera necesario, podrían señalarse; Son pruebas que hacen incuestionable la existencia de tal influencia planetaria.

Hay, sin embargo, un medio más visible que cualquiera de los antes mencionados, mediante el cual se puede ejemplificar y estimar bastante bien la realidad de la influencia astrológica; y es decir, el flujo y reflujo alternos del mar, o la teoría de las mareas; lo cual, incluso el mayor incrédulo en filosofía celestial, se ve obligado a admitir inequívocamente, es producido enteramente por la agencia solar y lunar. Los fenómenos exhibidos en este departamento de la naturaleza son tan análogos a aquellas operaciones en las que se basan las doctrinas astrológicas, que no pueden examinarse demasiado de cerca; y cuanto más escrupulosamente se la compare con las fluctuaciones atmosféricas, más se entenderán éstas y (se supone) más se venerará la ciencia de la Astrología. - Aquellas personas que se han tomado la molestia de examinar con atención la influencia inmediata de las luminarias sobre las aguas del océano, sin duda llegarán a esta conclusión; es decir, si esos cuerpos obligan así a una masa de materia tan grosera como el océano, a dar vueltas y vueltas periódicamente de una manera contraria a su propia naturaleza, que es el reposo inerte; también deben operar sus respectivas influencias para perturbar y alterar el estado de todo tipo de materia, sensible e insensible, “que esté conectada con la tierra. - Porque es un axioma notorio en la teoría newtoniana: "Que cada partícula de materia en el universo está dotada de una energía o influencia simpática, mediante la cual es capaz de comunicarse imperceptiblemente con todas las demás partículas en todo el sistema de la naturaleza”.

La superficie total del cuerpo humano, cuando es moderadamente corpulento, es de unos 14 pies cuadrados; y la presión que ocasiona la subida y bajada del mercurio en el termómetro muestra, por su variación, que en un momento, cuando el aire es más pesado, dicho cuerpo sostiene una presión externa de 33.905 libras; mientras que, cuando la presión es la más ligera, la presión sobre el mismo cuerpo no es más de 30.624 libras; y en consecuencia, un aumento o disminución de peso igual a 3.281 libras puede estar actuando externamente sobre el cuerpo de una persona; y dicho cambio puede sufrir cada pocas horas, como lo prueban evidentemente las fluctuaciones del mercurio. 

Sabemos bien que esta enorme presión externa no podría sostenerse a menos que se contrarrestara adecuadamente mediante algún medio adecuado de resistencia dentro de dicho cuerpo, y algún medio interno para adaptarse a estas fluctuaciones de la atmósfera, que el Creador de la Naturaleza proporciona a todo cuerpo animal. Sin embargo, ese equilibrio necesario para facilitarlo se ve constantemente perturbado, y todo animal vivo experimenta constantemente agitaciones comparables al flujo y reflujo del mar. 

En un cuerpo robusto y que tiene todos sus miembros perfectos, la pulsación o la vibración natural de sus órganos pronto producirá la compostura; pero cuando algún miembro u órgano está fuera de servicio, se obstruye la libre y necesariamente rápida circulación de la materia interna, y la consecuencia son dolores o sensaciones desagradables, que no cesarán hasta que se alcance un perfecto equilibrio entre la resistencia interna y la externa. vigente, ha sido restablecido.- Ahora bien, el cuerpo humano no puede ser afectado materialmente, sin que la mente participe al mismo tiempo de aquellos efectos, sean agradables o dolorosos, de los cuales se demuestra claramente que las influencias combinadas o contrarias de los planetas están operando constantemente, para producir ciertos efectos en el cuerpo y la mente de todo ser vivo sobre la faz de la tierra, de manera comparativamente similar a los fenómenos de las mareas del océano; y que las vidas y acciones de los hombres, y el destino de los individuos y las naciones, están así sujetos en mayor o menor medida al control planetario.

Por lo tanto (en palabras de Ptolomeo, el "Príncipe de los Filósofos"), "¿qué impide, pues, que quien conoce exquisitamente los movimientos de las estrellas, del Sol y de la Luna, y no ignora los tiempos, ni el lugar, ni ninguno de los aspectos, y además es experto en sus naturalezas y sus poderes eficientes...? Lo que digo, ¿impide a cualquier hombre así dotado conocer, tanto natural como adecuadamente, los efectos de todos estos elementos combinados, de modo que pueda predecir, en cada estación, el estado adecuado del aire; como si será más cálido o más húmedo, lo cual puede prever por un aspecto manifiesto o un rayo de las estrellas y la Luna con respecto al Sol? Y como es posible para quien es muy experto en estas materias antes mencionadas predecir las cualidades de las estaciones, ¿qué impide que también pueda predecir lo referente a cada hombre, pues, a partir del estado del ambiente en el momento de la constitución de cada uno, es fácil conocer en general la calidad y el temperamento de cada persona nacida? que tal será en cuerpo y tal en mente, y los eventos futuros, ventajosos o desventajosos, conocidos de antemano por el estado del ambiente. - Por lo tanto, es evidente que se puede deducir un presagio de estas y otras similares causas celestiales.

En cuanto a la absurda e insensata idea de que estudiar astrología sea supersticioso, ilícito o pecaminoso, una breve reflexión bastará para demostrar lo contrario; pues, tras la lectura de este volumen, quedará patente que cada problema se resuelve mediante un mero proceso aritmético, sin rastro alguno de adivinación. Asimismo, la predicción resultante se deduce de forma demostrativa y rigurosamente matemática, según una determinada cadena de causas que, desde tiempos inmemoriales, han producido invariablemente una serie de efectos correspondientes. ¿Dónde reside, pues, su carácter pecaminoso o supersticioso? Puesto que todo el sistema se fundamenta en el resultado de la observación directa, si la astrología, que predice eventos futuros mediante el curso de los astros, es pecaminosa o ilícita, también lo fueron los trabajos del difunto y célebre astrónomo Herschel, quien cada noche escudriñaba el firmamento con sus instrumentos ópticos, «medindo el firmamento», como él mismo lo expresaba, en busca de descubrimientos. De igual modo, son ilícitos los trabajos actuales del astrónomo real. Pues recordemos que el horóscopo del astrólogo no es más que un mapa celeste, una carta o una representación de los cielos para una hora determinada del día, trazada en papel y juzgada según reglas establecidas desde hace mucho tiempo, que no puede ser en sí misma ni meritoria ni ilícita; puesto que el mapa o la representación de los cielos así trazada y representada, así como las estrellas y los planetas que en ella se sitúan, ciertamente existen en los cielos en ese momento, tanto si el astrólogo elabora su horóscopo como si no.

Y al predecir a partir de dicha configuración de los cuerpos celestes, el Astrólogo no hace más que verificar y cumplir ese pasaje de las Sagradas Escrituras, que declara positivamente. que las estrellas y los planetas fueron creados expresamente para beneficio del hombre, señor terrestre de la creación; y que fueron colocados en el firmamento como “Señales” de lo que después sucedería.1 Por lo tanto, el mismo espíritu vengativo e intolerante que perseguiría o despreciaría al astrólogo por contemplar los cielos y declarar, en deferencia a la convicción real de su mente, que las estrellas tienen poder sobre todos los asuntos sublunares, en la Edad Media, condenaron a Galileo a la hoguera o desterraron al inmortal Newton de las moradas del hombre civilizado.

A aquellas personas, sean críticos o no, que, juzgando por meros rumores y siguiendo la senda de la costumbre servil, se atrevan a condenar la astrología sin investigar su teoría ni escuchar defensa alguna (contrariamente a la política inimitable de la jurisprudencia británica, que en todo caso se esfuerza sabiamente por desentrañar los misterios y escuchar los méritos de todo lo que se presenta ante el tribunal público), el autor preguntaría: si un labrador analfabeto o un zapatero ignorante, ambos desconocedores de la teoría de las letras, negaran por completo las leyes de la visión, los problemas de longitud, paralaje, refracción o cualquiera de las teorías más intrincadas de la ciencia moderna, ¿acaso no se burlarían de él al instante por declarar su absurda negación de aquello que su ignorante entendimiento no le permite comprender? Ciertamente lo harían; Por lo tanto, permítanme recalcar a estos caballeros que, por muy eruditos que sean en otros aspectos, si rechazan categóricamente las doctrinas de la Astrología sin haber analizado y examinado experimentalmente su veracidad o falsedad, sin demostrar, mediante la aplicación de sus reglas a sus propios horóscopos, que la influencia de Saturno no fue maligna ni la de Júpiter benévola; o, de forma similar, demostrando con hechos la falacia de esta ciencia, actúan de manera tan absurda y ridícula como el labrador o el zapatero mencionados, algo que resulta evidente para todos. 

Y hasta que no hayan elaborado sus propios horóscopos, o hayan demostrado, a partir de algún nacimiento o tema del cielo, que no hay verdad en la Astrología, el autor puede soportar fácilmente sus reproches; y cualesquiera que sean las afirmaciones pomposas que puedan presentar al leer esta obra, el autor de la misma, como creyente en el sistema que reivindica, por experiencia, seguirá teniendo lo mejor del argumento, en la opinión de toda persona sin prejuicios.

Los fracasos ocasionales de sus profesores tampoco deberían ofrecer ningún argumento contra la ciencia misma; ya que los hombres no condenan las Escrituras, simplemente porque de ellas han surgido herejías y cismas heréticos; ni niegan el arte del médico por su propia ineficiencia, ni destruyen toda la ciencia de la química simplemente porque el químico falla en algunos de sus experimentos analíticos. - ¿Por qué, entonces, la Astrología por sí sola, que entre todas las demás ciencias reclama la atención más seria y completa, debería convertirse en blanco de la incredulidad, a través de los pecados de sus profesores?

Al observar con detenimiento las interacciones de la naturaleza, que experimentamos constantemente, difícilmente podemos discrepar con quienes les atribuyen una capacidad de acción que trasciende nuestra comprensión. Vemos un don de presciencia profundamente arraigado en el tejón, el erizo, el zorro, la liebre y casi todos los animales que conocemos. Vemos también que las aves y los reptiles poseen una sorprendente capacidad de predicción. ¿Y quién puede ignorar las constantes interacciones entre los cuerpos celestes y los cuerpos y almas de la humanidad? ¿Existe, pues, un flujo etéreo que se comunica de un cuerpo a otro y que produce esas extrañas interacciones que presenciamos? Es algo que no se puede afirmar.

“La vida no ha dado nada a los mortales sin un gran esfuerzo.”
Horacio. 

Sabemos que se producen; y el hecho de poder conectarlos con lo que llamamos “influencia planetaria” es suficiente para demostrar que tenemos una base sólida y suficiente para pronosticar los efectos inherentes a causas conocidas; y esto es todo lo que el astrólogo defiende en el “LIBRO DE LAS ESTRELLAS”.

A lo largo de todo el presente tratado se ha puesto el máximo cuidado en facilitar al estudiante el conocimiento de cada problema Astrológico. No se insertan en él tablas obsoletas o difíciles (simplemente para desconcertar al lector, como han sido culpables muchos escritores hasta ahora), y cuando a estas consideraciones se unen, los diagramas importantes -los horóscopos juiciosamente seleccionados- y los elegantes grabados que adornan, mientras ilustran la obra; el autor confía confiadamente en que parecerá evidente que no se han escatimado trabajo, esfuerzo ni gastos para convertir el presente volumen en el tratado de astrología más valioso que la nación inglesa haya producido hasta ahora, y más digno de apoyo popular que cualquier trabajo del tipo que lo haya precedido. 

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