a. Algunos niegan que Prometeo creara a los hombres, o que algún hombre
brotara de los dientes de una serpiente. Dicen que la Tierra los produjo espontáneamente, como el mejor de sus frutos, especialmente en la región del Ática[1], y que Alalcomeneo fue el primer hombre que apareció, junto al lago Copáis en Beocia, incluso antes que existiera la Luna. Actuó como consejero de Zeus, con ocasión de su querella con Hera, y como tutor de Atenea cuando ésta era todavía una muchacha[2].
b. Estos hombres constituían la llamada raza de oro; eran súbditos de Crono, vivían sin preocupaciones ni trabajo, comían solamente bellotas, frutos silvestres y la miel que destilaban los árboles, bebían leche de oveja y cabra, nunca envejecían, bailaban y reían mucho; para ellos la muerte no era más terrible que el sueño. Todos ellos han desaparecido, pero sus espíritus sobreviven como genios de los felices lugares de retiro rústicos, donantes de buena fortuna y mantenedores de la justicia.
c. Luego vino una raza de plata, comedora de pan, también de creación divina. Los hombres estaban completamente sometidos a sus madres y no se atrevían a desobedecerlas, aunque podían vivir hasta los cien años de edad. Eran pendencieros e ignorantes y nunca ofrecían sacrificios a los dioses, pero al menos no se hacían mutuamente la guerra. Zeus los destruyó a todos.
d. A continuación vino una raza de bronce, hombres que cayeron como frutos de los fresnos y estaban armados con armas de bronce. Comían carne y pan, y les complacía la guerra, pues eran insolentes y crueles. La peste terminó con todos.
e. La cuarta raza de hombres era también de bronce, pero más noble y generosa, pues la engendraron los dioses en madres mortales. Pelearon gloriosamente en el sitio de Tebas, la expedición de los argonautas y la guerra de Troya. Se convirtieron en héroes y habitan en los Campos Elíseos.
f. La quinta raza es la actual de hierro, indignos descendientes de la cuarta. Son degenerados, crueles, injustos, maliciosos, libidinosos, malos hijos y traicioneros[3].
*
1. Aunque el mito de la Edad de Oro se remonta finalmente a una tradición de subordinación tribal a la diosa Abeja, la barbarie de su reinado en la época pre-agrícola había sido olvidada en tiempos de Hesíodo y lo único que quedaba era una convicción idealista de que en otro tiempo los hombres habían convivido en armonía mutua como las abejas (véase 2.2). Hesíodo era un pequeño agricultor y la vida dura que vivía le hacía malhumorado y pesimista. El mito de la raza de plata también deja constancia de las condiciones matriarcales, como las que sobrevivían en la época clásica entre los pictos, los moesinoequianos del Mar Negro (véase 151.e) y algunas tribus de las Baleares, Galicia y el golfo de Sirte, bajo las cuales los hombres seguían siendo un sexo despreciado, aunque se había introducido la agricultura y las guerras no eran frecuentes. La plata es el metal de la diosa Luna. Los miembros de la tercera raza eran los invasores helenos primitivos; pastores de la Edad de Bronce que adoptaron el culto del fresno de la diosa y su hijo Posidón (véase 6.4 y 57.1). La cuarta raza era la de los reyes guerreros de la época micénica. La quinta la constituían los dorios del siglo XII a. de C., quienes empleaban armas de hierro y destruyeron la civilización micénica.
Alalcomeneo («guardián») es un personaje ficticio, una forma masculina de Alalcomenia, título de Atenea (Ilíada, iv.8) como guardiana de Beocia. Sirve al dogma patriarcal de que ninguna mujer, ni siquiera una diosa, puede ser sabia sin instrucción masculina, y de que la diosa Luna y la Luna misma fueron creaciones posteriores de Zeus.
[1] Platón: Menexeno: 6-7.
[2] Hipólito: Refutación de todas las herejías v.6.3; Eusebio: Preparación para el Evangelio iii.1.3.
[3] Hesíodo: Los trabajos y los días 109-201, con escoliasta
brotara de los dientes de una serpiente. Dicen que la Tierra los produjo espontáneamente, como el mejor de sus frutos, especialmente en la región del Ática[1], y que Alalcomeneo fue el primer hombre que apareció, junto al lago Copáis en Beocia, incluso antes que existiera la Luna. Actuó como consejero de Zeus, con ocasión de su querella con Hera, y como tutor de Atenea cuando ésta era todavía una muchacha[2].
b. Estos hombres constituían la llamada raza de oro; eran súbditos de Crono, vivían sin preocupaciones ni trabajo, comían solamente bellotas, frutos silvestres y la miel que destilaban los árboles, bebían leche de oveja y cabra, nunca envejecían, bailaban y reían mucho; para ellos la muerte no era más terrible que el sueño. Todos ellos han desaparecido, pero sus espíritus sobreviven como genios de los felices lugares de retiro rústicos, donantes de buena fortuna y mantenedores de la justicia.
c. Luego vino una raza de plata, comedora de pan, también de creación divina. Los hombres estaban completamente sometidos a sus madres y no se atrevían a desobedecerlas, aunque podían vivir hasta los cien años de edad. Eran pendencieros e ignorantes y nunca ofrecían sacrificios a los dioses, pero al menos no se hacían mutuamente la guerra. Zeus los destruyó a todos.
d. A continuación vino una raza de bronce, hombres que cayeron como frutos de los fresnos y estaban armados con armas de bronce. Comían carne y pan, y les complacía la guerra, pues eran insolentes y crueles. La peste terminó con todos.
e. La cuarta raza de hombres era también de bronce, pero más noble y generosa, pues la engendraron los dioses en madres mortales. Pelearon gloriosamente en el sitio de Tebas, la expedición de los argonautas y la guerra de Troya. Se convirtieron en héroes y habitan en los Campos Elíseos.
f. La quinta raza es la actual de hierro, indignos descendientes de la cuarta. Son degenerados, crueles, injustos, maliciosos, libidinosos, malos hijos y traicioneros[3].
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1. Aunque el mito de la Edad de Oro se remonta finalmente a una tradición de subordinación tribal a la diosa Abeja, la barbarie de su reinado en la época pre-agrícola había sido olvidada en tiempos de Hesíodo y lo único que quedaba era una convicción idealista de que en otro tiempo los hombres habían convivido en armonía mutua como las abejas (véase 2.2). Hesíodo era un pequeño agricultor y la vida dura que vivía le hacía malhumorado y pesimista. El mito de la raza de plata también deja constancia de las condiciones matriarcales, como las que sobrevivían en la época clásica entre los pictos, los moesinoequianos del Mar Negro (véase 151.e) y algunas tribus de las Baleares, Galicia y el golfo de Sirte, bajo las cuales los hombres seguían siendo un sexo despreciado, aunque se había introducido la agricultura y las guerras no eran frecuentes. La plata es el metal de la diosa Luna. Los miembros de la tercera raza eran los invasores helenos primitivos; pastores de la Edad de Bronce que adoptaron el culto del fresno de la diosa y su hijo Posidón (véase 6.4 y 57.1). La cuarta raza era la de los reyes guerreros de la época micénica. La quinta la constituían los dorios del siglo XII a. de C., quienes empleaban armas de hierro y destruyeron la civilización micénica.
Alalcomeneo («guardián») es un personaje ficticio, una forma masculina de Alalcomenia, título de Atenea (Ilíada, iv.8) como guardiana de Beocia. Sirve al dogma patriarcal de que ninguna mujer, ni siquiera una diosa, puede ser sabia sin instrucción masculina, y de que la diosa Luna y la Luna misma fueron creaciones posteriores de Zeus.
[1] Platón: Menexeno: 6-7.
[2] Hipólito: Refutación de todas las herejías v.6.3; Eusebio: Preparación para el Evangelio iii.1.3.
[3] Hesíodo: Los trabajos y los días 109-201, con escoliasta
Robert Graves: "Los mitos griegos"Traductor:
Luis Echávarri, revisión: Lucía Graves
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